Todo comienza con una chispa brillante: el frescor exótico del yuzu, la intensidad del limón italiano y el susurro verde y envolvente del shiso. Una salida que despierta los sentidos como un rayo de sol sobre la piel desnuda.
En el corazón, el deseo florece: las violetas suaves y misteriosas, el calor envolvente de un acorde solar, la feminidad delicada de la rosa y el embrujo luminoso del azahar.
Una combinación que acaricia el alma como una tarde tibia que no querés que termine.
Y cuando la fragancia se asienta, deja su huella íntima: el almizcle blanco, limpio y sensual como una segunda piel, el pachuli, profundo y terroso, y las maderas ambarinas, cálidas y elegantes, como un abrazo que perdura.
Una fragancia que no solo acompaña… se funde con vos. Fresca, floral, luminosa y envolvente.
El equilibrio perfecto entre luz, cuerpo y deseo.