Pertenece a la familia Floral Frutal, pero su alma va mucho más allá.
Desde el primer contacto, despierta los sentidos con una frescura jugosa: la sandía se deshace sobre la piel como un susurro de verano, la pitahaya exótica seduce con su dulzura inesperada, y el limón ácido chispea como una risa al borde de los labios.
En su corazón, el deseo fluye: notas acuáticas que refrescan como un río secreto, la suavidad blanca de la magnolia, la opulencia íntima de la gardenia, y la dulzura morada de la ciruela, como una caricia que se prolonga.
Y cuando la fragancia se asienta, deja su huella en lo más profundo: la calidez envolvente del cedro, la sensualidad cremosa del sándalo, y el almizcle, suave, íntimo, inolvidable.
No es solo un perfume. Es un cuerpo que respira, un alma que vibra.
Una fragancia que habla el lenguaje del deseo… con voz de flor y fruta.